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El sucesor del Mazda RX-7, lógicamente tenía que ser mucho mejor; después de todo, eso era lo que había prometido la marca japonesa. No es difícil reconocerlo, ya que le hicieron publicidad en todos los videojuegos sobre autos habidos y por haber. Con tanta promesa hecha, es casi una obligación que cumpla.
Sobre el eje delantero se encuentra un motor de 1.3 lt, que se ocupa de mover las ruedas traseras. 1.3 lt no es una cilindrada grande, de hecho es similar (y hasta menor) que un Chevrolet Corsa cualquiera. Pero éste no es un 1.3 normal; en realidad es un motor rotativo Wankel. Éste produce 231 BHP para llegar a las 9.500 RPM, lo que fusionado al tubo de escape barítono produce un delicioso sonido. Para ir de 0 a 100 km/h se toma 6.4 seg, en camino a los 233 de máxima. Debido a su naturaleza de motor rotativo, el consumo es bastante elevado (si tiene mucho uso urbano, puede llegar a gastar el doble que un auto normal), paga impuestos como un 2.6 lt, clientes reportaron que se gasta casi 1 litro de aceite cada poco más de 2.000 km de uso, las emisiones de dióxido de carbono son elevadas y, a pesar de todo eso, el torque es bajo.
El diseño de la carrocería, basado en el Mazda RX-01, es bastante llamativo, con triángulos, guardabarros prominentes y tanto aspectos japoneses, fríos y calculadores como italianos, de pura pasión. Si esperan que yo les diga si es lindo o no, permítanme decepcionarlos. No se si es lindo o feo (aunque me inclino mucho más por la primera), pero sí se que es atrapante. Es imposible no enamorarse de cómo el RX-8, bajo su aspecto de coupé, oculta una segunda puerta. Las puertas se abren tipo "puertas suicida", ya que la delantera se abre normalmente y la trasera, al revés y desde adentro, para permitir un fácil acceso y, al mismo tiempo, evitar accidentes. Se le han hecho miles de variaciones a su aspecto, como el R3, el Spirit R o la versión de MazdaSpeed, y todas lo hacen verse genial, muchísimo más rápido y atractivo.
Al ingresar a la cabina del RX-8, todo es negro y rojo, casi al punto de gritar "mírenme, soy un super macho" (lo que yo, por cierto, encuentro genial). El tablero se compone de 3 grandes relojes esenciales, con igualmente gigantes aros cromados. Posee un sistema de navegación que se maneja por una pantalla touchscreen y reconocimiento de voz, el cual funciona muy bien. Cabe resaltar que éste era un opcional. La consola central y el resto del tablero es una de las partes del Mazda que más decepciona (aparte de los elevadísimos costos de mantenimiento), ya que todo parece tan plástico y barato (es de buena calidad comparado con otros autos, pero no parece cohesionar con cuán bueno es el resto del auto). El display que muestra la hora y la estación de radio que estás escuchando parece salido de algún Peugeot básico de 1988.
El RX-8, ciertamente se maneja en forma sensacional, y no hay duda ni discusión sobre eso. Pero ni siquiera en el mejor momento de tu vida arriba de un RX-8 te podes olvidar de todo lo que gastó, gasta y gastará. Simplemente no lo compensa. Lo repito, es fantástico manejarlo, al poseer un gran dinamismo, enormes cantidades de agarre y firmeza. Todas estas características se ven todavía un poco mejor en la versión R3, el cual está equipado con suspensión Blistein que le aumentan la rigidez y llantas más grandes y deportivas. En la calle, el RX-8 se comporta muy bien y es muy cómodo al manejarlo, por lo que no destruirá tu columna al pasar sobre un bache. En el R3, la comodidad urbana se sacrifica un poco para obtener mejores tiempos de vuelta.
El precio iba desde los U$D 27.000 hasta los U$D 33.000. Digo "iba" porque, debido a las cada vez peores ventas que Mazda registraba del RX-8 en el año 2011, decidió finalizar la producción de este auto. Para esto, Mazda sacó a la venta un auto casi U$D 7.000 más caro que el RX-8 normal, llamado RX-8 Spirit R (no traía muchas mejoras que en realidad valieran el dinero extra, aparte de ser el último RX-8) del que se producirían 2000.
Al comprar el RX-8 uno adquiere un genial dinamismo al conducirlo, un auto manso en la calle, el estilo de una coupé que dejará a tus vecinos boquiabiertos, pero con lugar para humanos de tamaño promedio. Los beneficios son inacabables pero antes de comprarlo uno debe plantearse la pregunta ¿Vale el millón de dólares por semana que cuesta mantenerlo? Si la respuesta es "sí", felicitaciones, tienes un auto nuevo. Pero si la respuesta es un no, creo que estarías un poco en lo cierto.
El diseño de la carrocería, basado en el Mazda RX-01, es bastante llamativo, con triángulos, guardabarros prominentes y tanto aspectos japoneses, fríos y calculadores como italianos, de pura pasión. Si esperan que yo les diga si es lindo o no, permítanme decepcionarlos. No se si es lindo o feo (aunque me inclino mucho más por la primera), pero sí se que es atrapante. Es imposible no enamorarse de cómo el RX-8, bajo su aspecto de coupé, oculta una segunda puerta. Las puertas se abren tipo "puertas suicida", ya que la delantera se abre normalmente y la trasera, al revés y desde adentro, para permitir un fácil acceso y, al mismo tiempo, evitar accidentes. Se le han hecho miles de variaciones a su aspecto, como el R3, el Spirit R o la versión de MazdaSpeed, y todas lo hacen verse genial, muchísimo más rápido y atractivo.
Al ingresar a la cabina del RX-8, todo es negro y rojo, casi al punto de gritar "mírenme, soy un super macho" (lo que yo, por cierto, encuentro genial). El tablero se compone de 3 grandes relojes esenciales, con igualmente gigantes aros cromados. Posee un sistema de navegación que se maneja por una pantalla touchscreen y reconocimiento de voz, el cual funciona muy bien. Cabe resaltar que éste era un opcional. La consola central y el resto del tablero es una de las partes del Mazda que más decepciona (aparte de los elevadísimos costos de mantenimiento), ya que todo parece tan plástico y barato (es de buena calidad comparado con otros autos, pero no parece cohesionar con cuán bueno es el resto del auto). El display que muestra la hora y la estación de radio que estás escuchando parece salido de algún Peugeot básico de 1988.
El RX-8, ciertamente se maneja en forma sensacional, y no hay duda ni discusión sobre eso. Pero ni siquiera en el mejor momento de tu vida arriba de un RX-8 te podes olvidar de todo lo que gastó, gasta y gastará. Simplemente no lo compensa. Lo repito, es fantástico manejarlo, al poseer un gran dinamismo, enormes cantidades de agarre y firmeza. Todas estas características se ven todavía un poco mejor en la versión R3, el cual está equipado con suspensión Blistein que le aumentan la rigidez y llantas más grandes y deportivas. En la calle, el RX-8 se comporta muy bien y es muy cómodo al manejarlo, por lo que no destruirá tu columna al pasar sobre un bache. En el R3, la comodidad urbana se sacrifica un poco para obtener mejores tiempos de vuelta.
El precio iba desde los U$D 27.000 hasta los U$D 33.000. Digo "iba" porque, debido a las cada vez peores ventas que Mazda registraba del RX-8 en el año 2011, decidió finalizar la producción de este auto. Para esto, Mazda sacó a la venta un auto casi U$D 7.000 más caro que el RX-8 normal, llamado RX-8 Spirit R (no traía muchas mejoras que en realidad valieran el dinero extra, aparte de ser el último RX-8) del que se producirían 2000.
Al comprar el RX-8 uno adquiere un genial dinamismo al conducirlo, un auto manso en la calle, el estilo de una coupé que dejará a tus vecinos boquiabiertos, pero con lugar para humanos de tamaño promedio. Los beneficios son inacabables pero antes de comprarlo uno debe plantearse la pregunta ¿Vale el millón de dólares por semana que cuesta mantenerlo? Si la respuesta es "sí", felicitaciones, tienes un auto nuevo. Pero si la respuesta es un no, creo que estarías un poco en lo cierto.
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