miércoles, 19 de septiembre de 2012

Agus sobre: Rolls-Royce Phantom

Modelo sedán de 4 puertas del 2003.
Una muestra de la elegancia Inglesa y un claro símbolo de un alto estatus social es el Rolls-Royce. Los autos que llevan esa doble R en el frente exceden la función de auto para convertirse en puro lujo y, así, demostrar que el dueño la junta con pala. 
Este específico modelo, el Phantom, es propulsado por un V12 de 6 lt y 3/4 (es decir 6.75 lt) que produce 453 BHP. Este acelera de 0 a 100 en 5.8 seg (el coupé) y 6.2 (el sedán). ¿Velocidad máxima? 240 km/h para el sedán y 250 para la coupé. Los datos oficiales de Rolls-Royce dicen que la aceleración y la velocidad máxima son "suficientes". Y hay que reconocerles a los ingleses que tienen un punto, ya que lo más importante es el confort y el lujo, y no la velocidad. Las cifras reales, por su parte, no corresponden a un monstruoso V12 como el que el Phantom posee. Pero claro, todo tiene sentido cuando uno se entera de que el Rolls pesa 2.670 kg. 
El Phantom, en mi opinión pertenece al grupo de autos que son manejados por ese tipo de personas que mata tiernos pandas bebé para hacerse pantuflas. Ese tipo de gente que, si no lo aplauden al entrar a una habitación se va enojado, seguido por sus igualmente enojados séquitos. Para lo único que el Phantom sirve, y lo digo con la mayor sinceridad en mi corazón, es para ostentar. Para presumir que uno se cree mejor que los demás sólo por tener más plata.
El diseño es muy "cuadrado", muy conservador, muy sobrio. Lo único que rescato son las puertas suicidas, que son geniales hasta en un Ford Ka. La parrilla parece que se la robaron a una locomotora y  las llantas son almas gemelas para P.Diddy. Todo eso, aparte del hecho de que mide casi 120 cuadras de largo. Pero, es lógico que sea así, ya que Rolls representa puramente la sobriedad inglesa. 
Pero hay algo que es hermoso y, por lejos, lo mejor. Uno se sube al Phantom y encuentra cuero de calidad premium. El confort que se vive allí dentro es comparable a estar acostado en un campo de margaritas mientras colibríes peinan suavemente tu cabello y un conejo blanco te masajea los pies. El tablero está hecho de madera de la vieja escuela, pero claro que eso no importa, ya que uno no es el que maneja dentro de un Rolls-Royce. El dueño, dentro del coche sonríe mientras cuenta sus millones de dólares. Mitad culpa de los deliciosos asientos, mitad culpa de la suspensión, la cual es lo único sobre un Citroen Berlingo (si, eso fue un cumplido, uno tremendo).     
El Rolls-Royce Phantom no es el auto perfecto. Ciertamente preferiría miles de otros autos antes del Phantom, por una infinita cantidad de características: el precio (más de U$D 405.000), el consumo, el hecho de que todos piensen (o sepan) que sos un millonario o el que sea inevitable que si manejas este coche en Sudamérica, inevitablemente te robarán. Pero la comodidad y el habitat que hay allí dentro, es casi la perfección.

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